Euler Granda

Granda nació en Riobamba , Ecuador, el 7 de junio de 1935, hijo de Aurora Espinoza y Ángel Polibio Granda. Estuvo casado con la poeta Violeta Luna, con quien tuvo cuatro hijos. Después de que él y Luna se divorciaron, se casó con Ximena Mendoza Párraga.
Granda estudió psiquiatría en la Universidad Central del Ecuador y la Universidad de Guayaquil. Paralelamente a sus estudios de medicina, también se interesó por la literatura, particularmente en la poesía.
Ejerció su profesión en el Patronato Nacional de Cárceles. Su condición de médico le puso en contacto con una cotidianidad amarga, que él supo enfocar desde una filosofía equilibrada
Los poemas de Granda a menudo exploraban la condición mental humana. En entrevista (traducida) a El Universo, Granda señaló que "la poesía que hago de cierta manera es surrealista, es decir, usar elementos y vivencias internas del ser humano. Es una gran ventaja haber sido psiquiatra.
Los premios que recibió fuero El Premio Eugenio Espejo de Literatura (2009)Premio Latinoamericano de Poesía "Jorge Luis Borges" (1987), Primer lugar en el Premio de Poesía "Ismael Pérez Pazmiño" de El Universo (1961).
Sus obras más relevantes fueron El rostro de los días (1961) Premio de Poesía "Ismael Pérez Pazmiño", Voz desbordada (1963),Etcétera, etcétera (1965),El lado flaco (1968),El cuerpo y los sucesos (1971), La inutilmanía y otros nudos, Poesía y Un perro tocando la lira
Granda murió el 22 de febrero de 2018, a la edad de 82 años.
Mia
Oh rota,
oh carcamal,
recontra mía,
hasta cuando no pueda más;
hasta la cacha mía;
en las malas y en las peores
pegada a mí,
a mí adherida;
pereciente ventosa,
liquen,
jarro viejo,
queloide,
que a veces da vergüenza acostarse
contigo.
Como los que no pisan en el suelo
yo renegué de ti,
yo te mandé a comer en la cocina;
al virar las esquinas te pateaba
pero tú me seguías;
para dejarte atrás
me ponía a volar
pero tú me seguías;
me emborrachaba y vomitaba
pero tú me seguías
y cuando me quitaba la peluca
de las buenas costumbres
y me tiraba de cabeza en el silencio
al lado me gemías como un perro.
Tú me comprendes,
las mujeres a veces,
te echaba a que durmieras en la calle,
me escondía de ti, pero tú me seguías
y hasta hubo un momento
que llegué a creerme demasiado bueno
para ti,
pero igual me seguías.
Oh! miísima,
oh! contrahecha,
oh! patoja,
oh! tuerta,
oh! desdentada,
bacinilla de a perro,
oh! vida sarnosamente mía,
he regresado a ti
hasta que llegue el día
en que no puedas soportarme.